La carencia de zinc hace que no tengamos ganas de nada. Puede estar relacionada con la depresión o la astenia y entre sus síntomas encontramos la falta de apetito o la caída del cabello.
En los últimos años se ha descubierto que el zinc es una pieza clave en la neurotransmisión del sistema nervioso, así como que su carencia puede estar asociada a la depresión, la astenia y otras patologías.
Algunos síntomas de la carencia de zinc son la falta de apetito, la caída de cabello y la facilidad para enfermar.
El consumo de zinc está muy recomendado cuando la depresión está relacionada con el inicio de la menopausia, ya que este oligoelemento también tiene la capacidad de regular los cambios hormonales.
El cuerpo humano cuenta con unos 40 miligramos de zinc por kilo que ayudan al correcto funcionamiento del sistema inmunológico, a la cicatrización de heridas y a la síntesis del ADN, entre otras funciones.
Para mantener un buen nivel de zinc, los adultos deben ingerir unos 20 miligramos de zinc al día, a través de alimentos como la levadura de cerveza, las menestras, las algas, las pecanas, la soja y los cereales integrales. En caso de sufrir una deficiencia de zinc, el sujeto puede experimentar retrasos en el crecimiento, impotencia, pérdida de cabello y anomalías en el olfato.
Beneficios y propiedades
Al comienzo de los años 70 no se contemplaba la posibilidad de una deficiencia de zinc en nuestro organismo, dado que se encuentra en proporciones suficientes en gran parte de nuestra alimentación. Pero pronto se descubrió, a través de diversos estudios con pacientes de malnutrición, que este fenómeno puede darse como consecuencia directa de una ingesta inapropiada o de una pobre absorción, sea que el cuerpo elimine más zinc de lo normal o que lo requiera en mayores cantidades.
Algunos trastornos relacionados con el bajo nivel de zinc en el cuerpo humano son la anemia, el hipogonadismo, la geofagia, la diabetes, la insuficiencia renal y la cirrosis hepática. Con respecto a sus causantes, un ejemplo común son las diarreas crónicas, que colaboran con la pérdida de zinc; por otro lado se encuentra una enfermedad infantil hereditaria denominada acrodermatitis enteropática, que impide la absorción normal del zinc contenido en los alimentos.
Asimismo, las personas que sudan demasiado y aquellas que consumen más agua de lo recomendable pierden zinc. Esto deja en evidencia que las causas de la deficiencia pueden ser tanto genéticas como externas.
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