Cada vez que la provincia de Chubut atraviesa una crisis económica, la minería resurge en el discurso político como una solución mágica para generar empleo y reactivar la economía.
Sin embargo, cuando las manifestaciones sociales en contra de esta actividad ganan fuerza, el tema desaparece de la agenda con la misma rapidez con la que apareció. Esta dinámica, repetida una y otra vez, refleja la falta de una política clara y consensuada sobre el desarrollo minero en la provincia.
Un ejemplo emblemático de esta contradicción ocurrió en 2021, cuando la Legislatura de Chubut sancionó la llamada «Ley de Zonificación Minera», una normativa que permitía la actividad minera en determinadas áreas de la meseta chubutense. La ley fue impulsada en un contexto de fuerte presión por parte de la empresa Pan American Silver, que busca desarrollar el Proyecto Navidad, uno de los yacimientos de plata más grandes del mundo.
Lo llamativo fue que muchos de los legisladores que levantaron la mano para aprobar la zonificación minera, luego se sumaron a los pedidos de derogación de la misma ley ante el rechazo social y las masivas manifestaciones en contra de la minería a cielo abierto. Este vaivén no solo evidenció la falta de consenso político, sino también la influencia de los grupos de poder y la fragilidad de las decisiones tomadas bajo presión.
En este escenario, Pan American Silver parece no haber entendido que el éxito de un proyecto minero no depende únicamente del lobby con empresarios y políticos, sino de la aceptación social. La empresa ha fallado en construir un diálogo genuino con las comunidades, que son las principales afectadas por este tipo de emprendimientos. En lugar de priorizar la comunicación transparente y el trabajo conjunto con los habitantes de la región, optó por estrategias que generaron desconfianza y rechazo y haci les fue desde el 2012a la fecha.
Hoy, en medio de una nueva crisis económica y con una provincia que enfrenta serios problemas financieros, la minería vuelve a ser presentada como una salida viable. Sin embargo, la experiencia reciente demuestra que, sin un diálogo genuino con la sociedad y sin una evaluación seria de los impactos ambientales y sociales, cualquier intento de avanzar en este sentido estará condenado al fracaso.
Mientras tanto, los chubutenses siguen esperando respuestas concretas y sostenibles, más allá de los discursos oportunistas que solo parecen recordar a la minería cuando la crisis aprieta, pero la olvidan cuando la calle reclama.