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Santa Cruz celebra el hallazgo de uranio como oportunidad estratégica, mientras en Chubut persisten resistencias

El anuncio del gobernador de Santa Cruz, Claudio Vidal, sobre el descubrimiento de yacimientos de uranio en la provincia, fue recibido con entusiasmo como un motor para el desarrollo económico y la generación de empleo. Sin embargo, en Chubut, donde proyectos similares han enfrentado históricas resistencias, el debate resurge con tensiones.

Mientras Santa Cruz proyecta expandir su matriz minera —ya responsable del 48% de las exportaciones nacionales de oro y plata—, en Chubut sectores antimineros, particularmente opuestos a la extracción de uranio, mantienen una postura firme. Estos grupos, que en el pasado han llevado a cabo protestas radicalizadas —incluyendo episodios de violencia—, insisten en priorizar modelos productivos alternativos, alegando riesgos ambientales.

El potencial vs. la polarización

Vidal destacó que el uranio, sumado a los altos precios internacionales del oro, posiciona a Santa Cruz como un actor clave en el mercado minero global. «Hay que animarse a la minería, pero con responsabilidad», afirmó, subrayando la inclusión de pymes y la reexploración de zonas abandonadas.

En contraste, Chubut vive una puja entre la necesidad de inversiones y la oposición organizada. Aunque la minería de uranio es legal y está regulada, la desinformación y los temores históricos han alimentado una resistencia que, en casos extremos, ha derivado en conflictos sociales. Mientras tanto, otras provincias avanzan en proyectos similares con estándares ambientales certificados.

¿Diálogo o estancamiento?

El caso de Santa Cruz evidencia cómo regiones con desafíos geográficos similares pueden optar por caminos divergentes. Mientras unos ven en los recursos minerales una oportunidad para industrializarse y crear empleo, otros privilegian el rechazo categórico, incluso a costa de oportunidades económicas.

La pregunta que queda flotando es si Chubut encontrará una fórmula para debatir sin polarizar, o si persistirá en una dinámica donde la intolerancia hacia la minería —incluso la regulada— termine incendiando no solo discursos, sino también posibilidades de desarrollo para sus habitantes.

Santa Cruz, por ahora, elige mirar al futuro. ¿Podrá Chubut hacer lo mismo?