Reels, TikTok, emociones y fake news: la minería argentina enfrenta una nueva generación de discursos anti-extractivos que ya no se escriben con fundamentos técnicos sino con hashtags. ¿Está el sector preparado para responder?
Hasta hace pocos años, la minería argentina sabía quiénes eran sus críticos: ONGs ambientalistas, abogados de derechos colectivos, universidades comprometidas, y alguna que otra organización territorial. Los ataques al sector venían por canales predecibles: demandas judiciales, informes con apariencia científica, audiencias públicas con objeciones técnicas.
Pero todo eso cambió. Y cambió más rápido de lo que muchas empresas mineras pudieron registrar.
Hoy el frente principal contra el desarrollo minero ya no se juega en despachos ni en papers. Se juega en el celular, y lo controlan usuarios anónimos, activistas digitales, influencers locales y cuentas virales que producen videos de 30 segundos más poderosos que un estudio de impacto ambiental.
“El uranio es muerte”, “Nos roban el agua”, “El uranio se usa para hacer bombas”
En TikTok, un chico de entre 20 y 25 años con música melancólica y cámara lenta te habla del uranio, y te dice que es malo. El texto flotante dice: “una central nuclear necesita para funcionar durante un año de 200 toneladas de uranio, y deja desperdicios por 130 mil toneladas de rocas y desperdicios”.
En Instagram, un reel editado con animación, porque ni siquiera tiene una imagen real muestra cuenta que el uranio afecta a la salud, y sostiene que «No te van a decir que no hay dosis segura, y que afectan a diferentes partes del cuerpo, y afecta principalmente a las primeras etapas de gestación».
Estos contenidos no son marginales: alcanzan millones de vistas, son compartidos en grupos escolares, vecinales y barriales. Se viralizan más rápido que cualquier comunicación institucional. Y lo hacen con una narrativa emocional, directa, sin tecnicismos: el «no» es simple. El «sí, pero» técnico no entra en el algoritmo.
El problema: la minería no habla este idioma
Mientras tanto, gran parte del sector minero argentino sigue comunicando como en 2010: comunicados de prensa largos, charlas en PowerPoint, declaraciones en congresos o entrevistas en medios especializados. Muy lejos de las plataformas donde hoy se construye sentido común y se define legitimidad.

El sector tiene datos. Pero no tiene historias.
Tiene recursos. Pero no tiene presencia digital activa.
Tiene argumentos. Pero no sabe transmitirlos con empatía.
Y eso lo convierte en blanco fácil.
El ambientalismo 3.0: nuevo código, nueva velocidad
Este nuevo activismo digital ambiental tiene tres claves:
- Es emocional: no apela al dato duro, sino al impacto visual y al sentido común. “El agua vale más que el oro” no necesita explicación.
- Es viral: opera en los márgenes del algoritmo, donde una imagen dramática viaja más rápido que cualquier infografía.
- Es transversal: no necesita estructura, ni ONG, ni liderazgo. Un celular con conexión basta para generar contenido poderoso.
Además, cuenta con una ventaja cultural: mientras la minería tiene que explicar un proceso técnico complejo, el activismo sólo tiene que sembrar una duda.
¿Y si el problema no es la minería, sino cómo se la comunica?
La pregunta clave para el sector minero argentino no es si contamina, si da empleo o si cumple con la ley.
La verdadera pregunta es: ¿puede contar su historia en un mundo que ya no lee, sino que scrollea?
Porque hoy no alcanza con “decir la verdad”. Hay que hacerla atractiva, visual, emocional y rápida.
5 cosas que la minería argentina debería hacer urgente en redes sociales
- Humanizar el mensaje: mostrar a sus geólogos, técnicos y pobladores reales.
- Crear contenido corto, dinámico y visual: desde el dron hasta el humor, todo vale.
- Responder a tiempo los virales falsos: no con PDFs, sino con reels.
- Tener voceros jóvenes en TikTok y YouTube: no sólo en LinkedIn.
- Contar historias, no solo cifras: una escuela construida en Antofagasta de la Sierra dice más que 200 millones en inversión.
O cambiamos el relato, o nos lo cambian
La minería tiene licencia legal. Pero si no construye su licencia social digital, se va a quedar sin margen para operar en muchas zonas del país.
El ambientalismo 3.0 no es más riguroso. Pero es más eficaz.
Y si no se toma en serio el poder de un TikTok, una IA o un influencer de 20 años, el próximo conflicto minero no se definirá en una audiencia pública, sino en un video viralizado antes de que nadie pueda responder.